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sábado, 29 de octubre de 2011

Luis Zangara se cuelga de nuestros cuellos

Luis Zangara es un hombre con ARTE. Un admirador de la belleza, un creador de la elegancia. Cuelga de nuestros cuellos sus ilusiones, quiere desnudar nuestros cuerpos y vestirlos sólo con su arte inventado. Se mueve por el Mundo buscando la pieza perfecta en lugares únicos, persigue la originalidad de su inspiración hasta hacerse con ella, y le regala al insomnio su trabajo cuidado y delicado.


Puede que para algunos Luis únicamente sea un diseñador de los colgantes que otros lucen, pero si él crea lo hace para alargar la elegancia de la figura que luce sus cuentas, unidas con la sintonía y la musicalidad que sólo los grandes creadores son capaces de regalarnos.

No es fácil ser único ni original. Luis lo es. Así como lo son los regalos que decoran nuestros escotes, con la única intención de hacer que aquél que los luce se sienta más importante, seguro y afortunado...








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lunes, 24 de octubre de 2011

Ser una misma: la elegancia de mi vestidor
“La elegancia no consiste en ponerse un nuevo vestido.”
Coco Chanel





Somos lo que somos. Aunque en ocasiones miremos al espejo, y no conozcamos a la persona que nos mira desde él. Hubo un tiempo en el que nuestras ropas nos daban un estatus, y nos ubicaban en un lugar en la sociedad. Todo gracias a las enaguas, a la largura de nuestras faldas o a los pantalones confeccionados a medida. Somos lo que somos, sí, y así debemos mostrarnos. No inventar a otra persona para presentarnos ante el resto, pues la doble personalidad nos puede acarrear más problemas de lo que creemos.

En ocasiones paseamos incómodos por el Mundo, no porque nos sintamos mal, que puede ser, sino porque hay algo en nosotros que nos incomoda. Puede ser el peinado, el tacón demasiado alargado o la falda demasiado diminuta. No nos paramos a mirarnos, ni sentimos que nuestra vestimenta no es más que la segunda piel que nos protege… algunos dicen que la ropa sólo es ropa. Razón no les falta. Pero vivimos en un paraíso (sí, paraíso, le pese a quien le pese), en el que nos sentiremos más o menos importantes según cómo nos mostremos o lo que transmitamos.

Elegir el modelo perfecto para la primera cita es complicado, diría que es un hecho tan importante que se debería impartir una asignatura en los colegios. Nos obsesionamos, amontonamos la ropa sobre la cama, no importa si el vestidor está en la habitación de al lado: la ropa siempre acaba en modo “montaña”. Probamos conjuntos imposibles, siendo capaces de lo imposible: raso fucsia combinado con algodón turquesa, por decir algo. Queremos impactar de tal manera, que perdemos el sentido del gusto. No nos damos cuenta de lo más importante: debemos vestir mostrando quiénes somos, estar cómodas luciendo el modelo que nos dé seguridad, olvidar lo que llevará el resto… debemos ser nosotras sin más. La falda de tul le queda ideal a Mrs. Bradshaw para pasear por NY, pero no nos engañemos, no es una noche para interpretar el Lago de los Cisnes. Y menos en la primera cita.
Vestimos de negro porque es un color elegante, pero en épocas en las que el luto parece ser el uniforme de Vida, debemos esforzarnos por poner un poco de color, porque el Sol no tendrá muchas ganas de salir cuando el recibimiento que le damos es oscuro, serio, sobrio… poco alegre.
En ocasiones nos convertimos en esa persona junto a la que convivimos. Amigo o amante, amante o compañero, compañero o capullo. No importa. Pero queremos entrar en su mundo con tanta ilusión que nos transformamos en él. Generalmente es una persona afín a nosotros, ¡qué afortunadas!, pero si resulta que nuestro gusto sufre una leve indisposición, puede ser que nos fijemos en alguien diferente, y todo se puede complicar. Pues nuestros vestidos, faldas y tops habituales, son sustituidos sin compasión. El vestidor, armario o cajón se empieza a llenar de prendas hasta entonces desconocidas. Enseñamos ombligo y lucimos gorra mientras entonamos un rap, lucimos botas de montaña, pantalones de camuflaje y chaleco de supervivencia mientras planeamos la escapada rural, nos enfundamos en el traje de chaqueta que lució nuestra madre en su primera entrevista de trabajo, ¿para parecernos más a ellas? Para ser más clásica, se entiende. ¿Y el chándal?, ¿por qué?, ¿es que nos pasamos el día en el gimnasio?... me no entender nada, sorry.

No perdamos el norte, que no están los tiempos como para hacer pruebas de vestuario, concentrémonos en nosotras, en esa mujercita que a veces nos mira asustada desde el espejo, y vistamos nuestros días sólo como nos guste a nosotras. Mucho de lo que somos se lo debemos a esos trapitos que lucimos. La elegancia no se escribe con mayúsculas, pues un alma segura se puede contonear con un vestido de H&M con la misma elegancia con la que se pasea un vestido de Valentino. Porque no neguemos que muchas veces esos vestidos lucirían mejor si caminaran solos…

¡Un poquito de ilusión, por favor!, que el vestir y el lucirse son cosas muy serias.

Palabra de Laura